El aguijón de Pablo


 Pablo continúa "jactándose" al contar las visiones y revelaciones que recibió del Señor. Explico que no sabía si había sido llevado en el cuerpo o en el espíritu, pero que había estado en el paraíso. (Hasta el tercer cielo tal vez sea una referencia en la parte más alta de los cielos, más allá de la atmósfera y las estrellas, dónde vive Dios mismo). Este incidente no puede ser conectado de manera definitiva con ningún acontecimiento registrado en la historia de Pablo, aunque algunos piensan que pudo haber sucedido cuándo fue apedreado y dado por muerto (Hechos 14:19-20). Pablo menciona este incidente para demostrar que había sido tocado por Dios en forma singular.

No sabemos en qué consistía El "aguijón" en la carne que tenía Pablo, porque no nos lo dice. Algunos han sugerido que era malaria, epilepsia una enfermedad de la vista (ver Gálatas 4:13-15). Sea lo que fuere, era un problema crónico y debilitante que a veces lo impedía trabajar. Por ser un impedimento para su ministerio, pidió que le fuera quitado, pero Dios se lo negó. Pablo era una persona muy autosuficiente, así que este "aguijón" tiene que haber sido muy difícil para el.

Pablo oro tres veces pidiendo la sanidad y no la recibió. En cambio, consiguió cosas más grande porque recibió mayor gracia de Dios, un carácter más fuerte, humildad y la capacidad de sentir empatía por otros. Además, su dificultad fue de beneficio para los que lo rodeaban, pues vieron a Dios trabajar en su vida. De acuerdo a su plan soberano, Dios no sana algunos creyentes de sus males físicos. No sabemos porque algunos son sanados y otros no. Dios elige eso según sus propósitos divinos. Nuestra tarea es orar, creer y confiar. Pablo es una prueba evidente de que una vida santa y una fe valiente no aseguran la sanidad física instantánea. Cuándo oremos por sanidad, debemos encomendar nuestros cuerpos al cuidado de Dios. Debemos reconocer que nada nos separará de su amor y que nuestra condición espiritual siempre es más importante en nuestra condición física.

Aunque Dios no le quitó la aflicción física a Pablo, sí prometió demostrar su poder en el. El hecho de que el poder de Dios se manifiesta en nuestras debilidades debería darnos valor y esperanza. A medida que reconozcamos nuestras limitaciones, confiaremos más en Dios que nuestra propia energía, esfuerzo o talento. Nuestras limitaciones no solo nos ayudan a desarrollar un carácter cristiano sino que también profundizar nuestra adoración porque al reconocerlas, afirmamos la fuerza de Dios.

Cuándo nos sentimos fuerte en recursos y capacidades, nos vemos tentados a realizar la obra de Dios por cuenta propia, y eso puede conducir al orgullo. Cuando somos débiles y permitimos que Dios nos llene con su poder, entonces seremos más fuerte de lo que jamás podríamos ser por nuestra propia cuenta. Dios no pretende que seamos débiles, pasivos o ineficaces; la vida provee suficientes impedimentos y reveses sin que nosotros tengamos que crearlos. Cuándo aparecen estos obstáculos, debemos depender de Dios. Solo su poder nos hará eficaces para el y nos ayudará a realizar un trabajo que tenga valor duradero.

Pablo explica que la única cosa que no hizo en Corinto, pero que sí hizo en las otras iglesias, fue convertirse en una carga: pedir a los creyentes que lo alimentaran y le dieran alojamiento. Cuándo Pablo dijo ¡PERDONARME ESTE AGRAVIO! Queda claro que lo dijo con sarcasmo. La realidad era que había hecho más por los Corintios que por cualquier otra iglesia. Aún así, lo entendieron mal.

Pablo no solo estaba revelando sus sentimientos, también estaba defendiendo su autoridad como apóstol de Jesucristo. Se sentía herido porque la iglesia de Corinto había dudado de 

el y lo había cuestionado; pero se defendía por causa del evangelio y no para satisfacer su ego. Cuando usted es "juzgado",¿piensa solo en salvar su reputación o le interesa más lo que la gente pensará de Cristo?

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